Esta vez tengo que hablar de algo difícil con lo que convivo desde el principio de esta maravillosa y enriquecedora aventura que me dio por llamar Pimpampelis. Y ya es hora de sacarlo afuera, de compartirlo con el mundo.
Cada vez que quiero controlar el tráfico de mi sitio web escribo “anal” en la barra de direcciones del navegador. Y entonces se auto completa, porque mi ordenador es muy listo, y termina por llevarme a mi panel de control de Google Analytics, desde donde veo las visitas a mi web, su origen, duración, etc, etc, etc…
Es una reflexión que quería compartir. Cada vez que pienso en mi estrategia de comunicación, en cómo darme a conocer, en aumentar ese tráfico con visitas de calidad, mi campo semántico empieza por ahí. Y el caso es que el cerebro es muy de relacionar cosas, así que no sé si fue antes el huevo o la gallina, pero he de reconocer que toda esta parte del emprendimiento que -de tener con qué pagarlo- debería hacerla un webmaster (otra palabra de las que le gustan a mi madre, así como muy en inglés, que es como si vinieran juntos Heeman, Hulk, Gandalf y el de Los Inmortales con su espada a arreglarte el SEO, sea lo que sea el SEO) pues el caso es que toda esa parte tan bonita y creativa del SEO, el SEM y demás familia, a mí siempre me ha dado más bien pereza.
Por ser fina, aunque algo me dice que de pura tontería que estoy escribiendo, este artículo no va a acabar siendo fino. No ha empezado con buen pie si el objetivo era escribir fino. Así que no sé si veo “anal” de forma tan clara porque es la manera de mi subconsciente de recordarme que hay cosas que no son trabajo, que son tortura, o porque soy una persona con tendencia a ver la realidad como la bofetada que es a veces. Así que sólo yo y cuatro iluminados en todo el mundo hispanoparlante nos hemos dado cuenta de que Google se mofa de nosotros cuando queremos teclear “Analytics”.
Sea lo que sea, gracias a Google, la utilidad de autocompletar y mi mente sucia, cada mañana cuando pienso “Belén, con energía, vamos a ver qué tal fue el día en esa estupenda web que te hiciste tú misma con alegría, sudor y lágrimas, y luego a trabajar en mejorarlo”. Bien, pues cuando pienso esto, pero en mucho más largo porque yo soy de pensar super rápido y de hablar casi todo lo que pienso pero muy rápido para que quepa todo, mientras pienso eso, tecleo anal. Con “anal” basta para que mi ordenador sepa qué quiero de él.
A mí me gusta la gente, las cosas graciosas y bonitas que me dicen o que les cuento, pero en esos momentos me viene a la cabeza que eso al Analytics le importa poco. Y me viene a la cabeza, sin poder evitarlo, un destello de lo mucho que detesto ver cada like como un número, cada mención como un record, cada visita como un premio gordo. Y lo mucho que odio a los robots de Google, a los que imagino jugando al mus en sus naves industriales, fumando puros mientras esperan la hora del cambio de turno.
“Ey, colegas que nos toca ir a por la pringada de Pimpampelis, la que se lo hace todo sola!” Entonces hay una carcajada general, pero carcajada en plan robot de Silicon Valley, en plan robot enrollado y végano que lleva sus niños a colegios alternativos alejados de la tecnología porque le saldrán más listos (que sean robots ayuda, claro), aunque sepa que todos los demás mortales flipan con las pizarras digitales y las tablets que ellos diseñaron porque parece que se aprende más y mejor. Así son los robots que yo imagino, se cachondean de mí y luego salen a cazar. Y el resultado lo veo cada mañana cuando pongo “anal” en mi barra de direcciones.
Dicho sea de paso, no le tengo especial cariño a Mark Zuckerberg y a sus algoritmos del infierno, pero al menos con teclear “face” en la barra de direcciones, me vale. Gracias, Mark, por no azuzar mi mente calenturienta.
Ahora mis robots, que ya dejaron el mus y están de guardia y alerta, se están mofando de mí porque además de no saber de SEO, he metido a Mark en un artículo donde sale seis veces la palabra anal. Ups, siete. Mal, Belén, mal. Qué suerte que no sé escribir su apellido con todas las letras en su sitio.
Nota de la autora 1: Ya lo sé, me ahorraría estos dramas poniendo marcadores con accesos directos, pero entonces no tendría de qué escribir. Y mis robots se iban a aburrir.
Nota de la autora 2: las fotografías que acompañan el texto son obras simbólicas, a la par que eclécticas, realizadas por mi #equipopimpampelis y representan mi complejo estado anímico de emprendedora. La primera es una ilustración de un profesional de 6 años que resume los conceptos clave contenidos en este artículo. En castellano "No dejes a la paloma pilotar el cohete". Queda todo dicho.