"Por favor. Di lo que sea. Elude el asunto. Por favor. No dediques un párrafo a explicar que el blog está abandonado, que la web un poco también, que hace casi un año que no escribes, que la vida es implacable y tu agenda está repleta de obligaciones que te impiden compartir por aquí."
Vaya. Lo he hecho. En contra de la opinión de mi vocecita interior, la que odia a esa gente que vive disculpándose por existir y no ser perfecta. A su pesar, digo, ya he caído en lugares comunes.
Una vez zanjado el asunto, hablemos de mis movidas de estos últimos meses. Movidas. Término excesivamente informal, cierto, pero tengo que usarlo a menudo para evitar que mi primogénito deje de hacerlo. Me enorgullece oírle exclamar "vaya, movida, mamá!!" o "Como sueles decir tú, ¿De que va esa movida que tienes?" Me hace gracia pensar que lo usa para parecer maduro, mientras su madre lo usa dejando clara su vocación de adolescente pasada de fecha. Un día se dará cuenta del tufillo Hombres G que tiene la expresión y empezará a pasar vergüenza. Pero ese día no ha llegado.
Bien. Mi movida. Lo de hacer pelis. Documentales de familia. Lo que sea. Contar cosas con imágenes que no grabé yo, imágenes que debo hacer propias para contar la historia de otros. En casi un año entero he podido trabajar con muchas familias, contar muchas historias. Y soy feliz pensando que funciona. Que esta idea no es una quimera, y que no soy la única que cree que necesitamos más pelis para ver y recordar y menos nubes a punto de explotar de archivos olvidables y olvidados.
He contado con imágenes la historia de Lucas, Nico, Leo, y su primer año de vida. Y cada vez ha sido una aventura nueva, como diferente eran las lágrimas de emoción y agradecimiento de sus familias al ver su peli. Algunas empezaban con una ecografía, otras mucho antes, otras mucho después.
He contado la aventura de vivir de Consuelo, Aure, Elvira, Nandi, Helen, Tomás, Pili, Charo... Y para eso me he peleado con rollos de súper8, vhs escacharradas, dvd rayados, cds, vídeos de whatsapp transoceánicos. Y cada vez empezando desde cero, contando historias en ocasiones difíciles, alegres casi siempre, y otras veces simplemente yendo de la risa a la carcajada. Todas, sin excepción, eran historias de amor. Del amor de quien las encargaba, del amor de los que aparecían y desaparecían en la vida, en el metraje. Y del amor por vivir y por celebrar lo vivido con los recuerdos en la mano.
He contado la boda de Paula, Raquel, Vanessa, Noemí con lo que su tío, su primo o su hermana grabaron como pudieron años atrás. Ellas lo sacaron del cajón para que yo construyera sus pelis, llenas de emociones, risas, besos, bailes y copas. De novios borrachos que quieren a las novias y lloran de madrugada. Y se abrazan. Y se dejan grabar vulnerables porque es su hermano el que graba. Y esa magia hace que se vean como eran de verdad, no como querían ser para el recuerdo. Y tienen su recuerdo, el de verdad. Sus caras entonces son pura magia.
¿Qué más? También he grabado, mucho más de lo que pensé grabar jamás. Palabra de humilde montadora-editora-realizadora. Tendré que añadir sin ambages ni vergüenzas el título de cámara a esa lista multitarea. Videógrafa, para más señas. Porque también he metido el hocico en el mundo "Wedding film", o lo que viene siendo pelis de boda pero en moderno. Y ahí soy videógrafa, es mi nueva profesión. Y hago pelis preciosas porque las hago como yo quiero, como las siento, y desde el principio al fin. Y tengo a novios preciosos que se sienten agradecidos y confían hasta el infinito en mi. Ellos sabrán, efectivamente. Hay gente loca en todas partes. Por eso tengo un dossier informativo para bodas. Porque la gente loca también necesita información detallada, no se crean ustedes.
Entre tanto, he matado tres plantas, unos cinco peces, he visto fenecer dos discos duros, he perdido un móvil, he roto otro, he hundido dos en el agua y le he dado al PAUSE en varias ocasiones pensando que le daba al REC. Siempre cuando grababa cosas importantes. Si eres videógrafa, eso convalida como matar ocho secuoyas o así. Nivel pro de destrucción.
Pero lo he superado, he aprendido y he mejorado (con los móviles no mucho, pero estoy a punto de comprarme un protector y una carcasa, en una clara señal de madurez por mi parte).
Y hasta aquí lo que os habéis perdido desde octubre de 2017. Lo demás lo parloteo por Instagram de forma compulsiva, no pain. Quien no me encuentra es porque no quiere. Y ahora ya, porque no lee blogs. Yo tampoco leo blogs porque soy una moderna y hago siempre lo que es tendencia, pero también tengo un corazoncito vintage, así que voy a ver si no dejo de escribirlos. Propósitos locos de la cuesta de septiembre. Queda escrito, que ya es un buen comienzo para el verbo escribir.
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